Cartel

Notas de Cine Musical

Productora/Distribuidora:
Paramount Pictures

Estreno: 22-03-1932

Duración: 80 min.

Subgénero: Opereta

Tramo: -


Notas de Cine Musical
  • Coreografía


One Hour with You


(Una hora contigo)



Obra de teatro filmada. En aquellas secuencias en las que la cámara realiza panorámicas casi se espera ver entrar en el encuadre al público sentado frente al escenario. No aparece, pero Chevalier realiza varios apartes saltándose la cuarta pared. La película comenzó a rodarse bajo la dirección de Lubitsch pero, al poco y debido a diversos compromisos, será continuada por Cukor. Por problemas surgidos en el plató, Lubitsch tuvo que regresar, aunque Cukor también siguió… En fin, aunque este tipo de cambios, idas y venidas no eran infrecuentes, y los dos directores mantuvieron buena sintonía durante el rodaje, pidiendo incluso que les acreditaran la realización al alimón, sin duda en esta ocasión el barullo no ayudó a mejorar el resultado final.

Por lo demás, la trama se basa en enredos propios del vodevil y parece tener como fin último, si no hacer apología, sí pedir que se transija con la infidelidad en la pareja, todo ello sostenido por tres ejes: uno cómico, otro Pre-Code y otro machista. Malos ejes para pervivir en el tiempo. Como Pre-Code, los diálogos están plagados de doble sentido sexual y, dada la polémica –y la publicidad gratuita– conseguida con el beso en los labios entre Claudette Colbert y Miriam Hopkins en The Smiling Lieutenant (Lubitsch, 1931), se repite un beso, esta vez más explícito visualmente, entre Jeanette MacDonald y Genevieve Tobin. Como machista, ofrece perlas estupendas, del tipo, Tienes derecho a equivocarte, eres una mujer. Las mujeres están hechas para equivocarse.

Desde el punto de vista musical, es olvidable. La música parece una charanga militar y ahoga las correctas letras de Leo Robin, que, sin ser buenas, no están impregnadas del lastre que aplasta la película y son un buen ejemplo del estilo clásico del género. Es posible que también se deba a Robin una escena entre MacDonald y Tobin en la que todo el diálogo está rimado. Este ejercicio estilístico, aparte de resultar curioso, refuerza aún más la impresión teatral que produce la obra.

Los protagonistas, Chevalier y MacDonald, como intérpretes resultan atractivos, modernos, urbanos, seductores, y hacen fácil entender que fuesen una pareja artística con un enorme tirón popular. Como cantantes, Chevalier resuelve, como siempre, cualquier situación gracias a su joie de vivre, su canotier ladeado y su expresivo encanto en el gesto y en la voz. Por su parte, Jeanette MacDonald –a pesar de su depurada técnica como soprano, su correcta interpretación e incluso su frescura como actriz– cada vez que se pone a cantar resulta terriblemente antigua, un pizarroso balido.