Década de 1980


Desde 1980 se siguen produciendo películas con música, pero son excepciones las que mantienen o desarrollan elementos decantados por el musical clásico. Las películas tampoco están concebidas para dirigirse a la sociedad en su concepción más amplia, sino a segmentos muy concretos de edad o gustos musicales. Entre 1980 y 2000 la producción de musicales en Hollywood se estabiliza en torno a los 100 musicales por década. Aunque esto supone un incremento respecto a la década de 1970 la realidad es que las cifras están sostenidas por el cine de animación. Si en la década de 1970 la animación suponía el 11% de los musicales, en la década de 1980 subirá al 21% y en la de 1990 supondrá más de la mitad, el 55%[1].

El género ha dejado de proponer una sociedad común y reflejar su ideal, limitándose a acompañarla en su devenir. Desde finales de la década de 1970 se da por enterrado el buenismo elegante y naif del musical clásico y se abandonan los valores alternativos del hipismo y la contracultura. Las tramas vuelven a situarse en una época contemporánea, tal como sucedía entre 1930-1950, con la diferencia de que ahora los protagonistas no son profesionales ilusionados ni soldados heroicos sino hijos de familias trabajadoras sin pasado ni presente ni futuro glamuroso, tal como proponen Saturday Night Fever (Badham, 1977), Flashdance (Lyne, 1983), Breakin' (Silberg, 1984), A Chorus Line (Attenborough, 1984), Little Shop of Horrors (Oz, 1986), Hairspray (Waters, 1988) o Cry-Baby (Waters, 1990), con relatos naturalistas que remarcan el lado oscuro, precario, suburbano y, sobre todo, fallido de la sociedad de bienestar. La violencia, el cinismo y lo soez se convierten en lugares comunes, acompañados ocasionalmente de la denuncia velada. El optimismo y el proyecto común de Occidente han sido sustituidos por el descreimiento y la supervivencia individual.

En paralelo, desde la década de 1970 venía pergeñándose una revolución tecnológica que abaratará costes, simplificará procesos e impactará de lleno en el cine musical: el vídeo. La asimilación del vídeo por la industria discográfica para la promoción y difusión de sus productos provocará la aparición de un nuevo género, el vídeo musical o videoclip. El vídeo musical explotará en esta década con la aparición en agosto de 1981 de la MTV (Music Television), un canal dedicado a reproducir vídeos musicales 24 horas al día, siete días de la semana. El primer gran hito de este formato y nuevo arte se producirá con Thriller (Landis, 1983), del cantante Michael Jackson.

La evolución del video tendrá un enorme impacto a la hora de consumir los números musicales. En lo cinematográfico, con la reafirmación de un lenguaje visual elaborado a base de un montaje sincopado y compulsivo. En lo musical, con el creciente protagonismo de los coros de bailarines acompañando, como un telón de fondo, las canciones. Estas dos tendencias generan una paradoja: mientras que se desarrolla una inagotable cantera de bailarines, siendo por tanto cada vez más fácil disponer de mayor talento, la calidad de las coreografías es cada vez más pobre, limitándose a fogonazos visuales ensamblados durante el montaje, en fase de postproducción. Puede aumentar su intensidad visual, pero no la calidad de fondo de la coreografía. Los gustos de la sociedad imponen la industria de la tecnología sobre la industria de la coreografía.

Dado el creciente impacto del baile, el cine musical cambia de nuevo su curso. Si desde la década de 1930 el género había crecido como all dancing! all singing! y en la de 1960 había quedado reducido al all singing!, en la de 1980 lo único que permanecerá será el all dancing! Si en el pasado el cine musical se había alimentado de los artistas del vaudeville –y, como todo alimento, estos habrían condicionado el crecimiento del género–, ahora se alimenta de bailarines provenientes del vídeo musical. Esta tendencia dará pie a la aparición de un nuevo subgénero, las dance movies, que será cada vez más independiente y ajeno del musical clásico. Desde las fundacionales Saturday Night Fever (Badham, 1977), Flashdance (Lyne, 1983), Breakin' (Silberg, 1984) o Dirty Dancing (Ardolino, 1987), las dance movies se consolidarán en la década siguiente con obras como Step Up y sus interminables secuelas.

La coreografía de estas películas es definitivamente un apartado más del montaje en la fase de postproducción. En cuanto al estilo de los bailes, durante la década de 1980 no hay ningún modelo preferente y se cubre todo el espectro, desde las recreaciones de bailes clásicos hasta la gimnasia rítmica, si bien destaca la irrupción del break dance, una aportación que vendrá para quedarse. La revolución de la cultura hip-hop nacida en los arrabales más marginales alcanza las sedes de las grandes corporaciones y sus ritmos, sobre todo su nuevo estilo de baile, impregna la danza de las películas musicales.

Este foco en la danza llevará a la MGM a revisitar su antología That’s Entertainment (Haley Jr, 1974) y producir That's Dancing! (Haley Jr,1985) centrado en la evolución del baile en las películas musicales y que, a diferencia de That’s Entertainment, no sólo se repasan hitos de la MGM, sino también de United Artists, Associated Artists Productions, 20th Century Fox y RKO Radio Pictures.

Notas de Cine Musical

[1] https://en.wikipedia.org/wiki/List_of_musical_films_by_year

EstrenoTítulo
12-05-1980Fame
20-06-1980The Blues Brothers
19-12-1980The Jazz Singer
11-12-1981Pennies from Heaven
16-03-1982Victor Victoria
21-05-1982Annie
23-05-1982Pink Floyd – The Wall
15-04-1983Flashdance
02-12-1983Thriller
04-05-1984Breakin'
14-12-1984The Cotton Club
13-12-1985A Chorus Line
19-12-1986Little Shop of Horrors
21-08-1987Dirty Dancing
16-02-1988Hairspray
08-09-1988Earth Girls Are Easy