Décadas 2000 y 2010

En las últimas décadas las películas con música han quedado desdobladas en dos grandes corrientes o subgéneros, pero ninguno de ellos puede entenderse como continuador del cine musical.

Por un lado, películas de danza con el único objetivo de baile por el baile. Son películas concebidas como versiones extendidas de vídeos musicales, con obras como Make Your Move (Adler, 2013), Honey (Woodruff, 2013) o la mencionada Step Up, que va ya por su sexta secuela, Step Up 6 (Yuan, 2017).

Por otro lado, los clásicos juke box. En esencia, largos anuncios promocionales elaborados bajo los dictados e intereses de la industria discográfica; simples vehículos comerciales para capitalizar fondos musicales que han dado pie a múltiples variantes, principalmente tres: biopics, estilos musicales y cancioneros. Aunque el biopic no es un subgénero nuevo, sí lo es su actual orientación. Si antaño el cine musical celebraba con biopics a los compositores fundadores del género –Porter, Gershwin, Kalmar&Ruby, Rodgers&Hart…–, ahora los músicos protagonistas son absolutamente ajenos: Ray Charles, Chet Baker, Brian Jones, George Harrison, The Supremes, Johnny Cash, Brian Wilson, Eminem, Whitney Houston…

En esta misma línea de jukebox están las producciones orientadas a estilos musicales concretos, que parecen pensadas para rebañar fondos dispersos; entre otras Walking on Sunshine (Giwa, 2014), sobre la música pop; o Rock of Ages (Shankman, 2012) sobre rock&glam. Por último, aquellas producciones en las que se crean relatos en los que encajar el cancionero de grupos famosos, como Mamma Mía (Lloyd, 2008), con canciones de Abba, seguramente el más paradigmático, o Across the Universe (Taymor, 2007), con temas de The Beatles, sin duda el más grimoso. Podría argumentarse y con razón que esta aproximación se parece a la que se usó en Singin’ on the Rain (Kelly-Donen, 1952), paradigma del cine musical para el que se creó un argumento ad hoc donde encajar el cancionero de Nacio Herb Brown y Arthur Freed. La diferencia radica, y es radical, en que Singin’ on the Rain fue diseñada siguiendo los objetivos y las pautas de la industria cinematográfica, con profesionales especialistas y experimentados en todas las funciones, incluido la de peluquero, y los números musicales eran sostenidos por los artistas, por la cinematografía, por la coreografía…, no sólo por su música.