La película es la adaptación de la obra de teatro musical construida a partir del cancionero del grupo ABBA –Anni-Frid Lyngstad, Agnetha Fältskog, Björn Ulvaeus y Benny Andersson–, estrenada en el West End en 1999.

Acaso esta película explique algo sobre el presente del género musical –ojalá que nada sobre su futuro– pero sin duda aclara mucho sobre el prestigio que acumuló durante décadas. Dicho de otra forma, cualquier actor anglosajón que se precie no dudará en arriesgarse y hacer el ridículo profesional con tal de sumar su nombre a la historia del género, que es exactamente lo que hacen Meryl Streep, Pierce Brosnan, Colin Firth o Christine Baranski, el ridículo. Una reflexión muy acertada sobre esta película la realizó un crítico de BBC Radio al definirla como la experiencia más cercana a ver actores de primera categoría cantando borrachos en un karaoke. A lo anterior sólo habría que añadir que la película, con un coste de 52 millones, recaudaría 610, convirtiéndose en el Reino Unido en una de las películas más taquilleras de todos los tiempos.

Phyllida Lloyd fue la directora de la obra sobre el escenario y repetirá dirigiendo la película, lo que suponía su debut en el cine. La recaudación de la película es incontestable, al igual que su bochornoso resultado: no hay ritmo, la alegría de vivir se reduce a chillidos, correteos y trompicones; los personajes tienen papeles infantiles despeluchados y las interpretaciones son histriónicas –la de Meryl Streep, por tanto, doblemente histriónica–, con diálogos que pierden tracción y dan paso a referencias ajustadamente soeces y siempre vulgares, muy del gusto del público que se encuentra en su salsa con la ordinariez que no llega a procaz.

En cuanto a la trama, construida a partir de una secuenciación del cancionero de ABBA, el relato se retuerce con el mismo tino que un brazo en una cruenta novatada. En esencia, otro juke box disfrazado de ópera pop. Por lo demás, el argumento está recorrido por un halo de vindicación femenina que puede haber ayudado a su difusión.

Desde un punto de vista musical, no hay cantantes, ni bailarines, ni coreografía. Cualquier número es molesto de visualizar, ni siquiera el mismo SOS se salva.