El subgénero Montemos un espectáculo se caracteriza por narrar las vidas y peripecias de los artistas detrás de los bastidores, intercalando ensayos previos y números musicales de aperitivo hasta la apoteosis del montaje final. Este subgénero existe desde comienzos del cine sonoro, con clásicos como 42nd Street (Bacon, 1933), Footlight Parade (Bacon, 1933) o Dancing Lady (Leonard, 1933), y ha servido de base para algunas obras maestras, como Summer Stock (Walters, 1950) o The Band Wagon (Minnelli, 1953). A partir de este modelo, y añadiéndole incontables lugares comunes, el director, Steven Antine, responsable también del guion, construye un proyecto con más ambición discográfica que cinematográfica, con más palancas de melodrama que de musical y con el ojo más puesto en musicales contemporáneos, como Chicago (Marshall, 2002), que en clásicos, aunque todos los números son interpretados sobre escenarios.

Antin había iniciado su carrera como realizador de videos musicales, siendo los más conocidos los de grupos femeninos como Girlicious o Destinee & Paris's. Por esta razón, el lenguaje videoclipiano de arrabal recorre toda la película: raramente un plano dura más de cinco segundos, independientemente de que sea una secuencia dramática o musical; la fotografía se construye por saturación de focos, los estilos musicales son variados pero todos ratoneros;…

Más allá de la pobre paleta cinematográfica, del visionado agotador, y de que el resultado sea fallido –básicamente, porque a pesar de tanta epilepsia visual la película no gana en ritmo– el continuo cambio de planos es además doblemente inútil. Por una parte no sirve para ocultar ni disimular las carencias en la interpretación y las coreografías, muy pretenciosas; pero por otra, es muy eficaz tapando posibles virtudes, como el potencial que se vislumbra en Christina Aguilera para sostener ella sola, con su interpretación y su baile, una película musical.

Cher abre los números sobre el escenario con Welcome to Burlesque.

Y los cierra Aguilera con Show Me How You Burlesque.

Entre medias, más de quince números grabados, pensados acaso para la venta de discos de la banda sonora, incorporados en la trama a machamartillo sin atender ni al equilibrio ni al ritmo que requiere el musical.