El grupo británico de rock Pink Floyd dominó la escena de la música más experimental durante la década de 1970. Con cada nuevo disco que publicaban, con composiciones que fusionaban música psicodélica con letras cuajadas de imágenes surrealistas y versos trascendentes, alcanzaban una nueva cota de sofisticación musical y de calidad de producción. Al final de la década publican The Wall (1979), su undécimo álbum, un disco conceptual sobre la soledad, el desamor y los conflictos de poder y comunicación, representados metafóricamente como un muro.

En 1982 se llevó el disco a la pantalla con un guion escrito por Roger Waters, bajista y vocalista del grupo. El director de la adaptación fue Alan Parker. Este realizador había iniciado y desarrollado su carrera dirigiendo anuncios publicitarios y había dado el salto al cine rodando algunos musicales de cierta popularidad, como Bugsy Malone (1976) o Fame (1980) –en el futuro rodaría nuevos musicales: The Commitments (1991), Evita (1996)–.

El resultado de The Wall es una ambiciosa ensalada psicodélica escabechada con música y aderezada alegremente con la manga ancha de la posmodernidad. Estéticamente, Parker resuelve múltiples escenas con lenguaje y técnica propios de la publicidad resultando, de forma errática, ora impactantes ora cargantes. Como director de fotografía, Parker dispuso de su colaborador habitual, Peter Biziou.

Lo más interesante y brillante de la película son los 15 minutos con escenas de animación creadas por Gerald Scarfe, como la secuencia Empty Spaces.

Y Run Like Hell & Waiting For the Worms.