Vistas desde hoy día las viejas películas musicales se enfrentan a un amplio y singular desafío: que todos sus componentes viajen de manera más o menos uniforme en el tiempo. Por su propia naturaleza las películas musicales no sólo integran todos los aspectos intrínsecos de la cinematografía –dirección, interpretaciones, fotografía, montaje…–, sino también los de la música, el ritmo, el baile, las texturas de las voces, el humor o la moda, todos ellos muy ligados a épocas muy concretas. Sufren también los aspectos ligados a la tecnología, como los efectos especiales. Una película simplemente basada en un buen argumento, en un buen guion es, normalmente, atemporal. Viaja, como un libro, muy bien en el tiempo. Pero argumento y guion es precisamente algo de lo que el género musical carece. Dicho de otro modo, para su viaje a lo largo de los años una película musical necesita transportar múltiples matices de una época a otra, el tránsito del cine musical en el tiempo es como una guerra con múltiples frentes, y algunas veces basta con que uno o dos caigan para que todo el conjunto se hunda.

Kiss Me Kate es una obra del subgénero Montemos un espectáculo. La obra original, basada en The Taming of the Shrew / La fierecilla domada, de Shakespeare, se había estrenado con éxito en Broadway en 1948.

La película hoy brilla por la calidad de la coreografía y de los bailarines y se ve lastrada por las canciones de la pareja protagonista, Keel y Grayson, con sus revenidas voces de opereta. La realización de George Sidney es, como habitúa, muy correcta; la música de Porter, agradable; el guion de Kingsley, siempre acertado; las coreografías de Hermes Pan y Bob Fosse muy interesantes y además magníficamente ejecutadas por Ann Miller, Tommy Rall, Bobby Van y el mismo Fosse. Junto a Fosse, Rall, Van y Miller, y para completar las tres parejas de baile en los números musicales, se incorporan otras dos bailarinas superdotadas: Carol Haney, que había trabajado junto a Gene Kelly en las coreografías de On the Town (Kelly-Donen, 1949), Summer Stock (Walters, 1950), An American in Paris (Minnelli, 1951) y Singin’ in the Rain (Kelly-Donen, 1952), y que en este número hará pareja de danza moderna con Fosse; y Jeanne Coyne, que hará pareja con Bobby Van. Coyne era también coreógrafa, aunque hoy acaso se la recuerde más por haberse casado sucesivamente con dos mitos del cine musical; primero con Donen (1948-1951) y después con Kelly (1960-1973).

A pesar de este sólido pilar en coreografía y bailarines, la película contiene tantas canciones de la pareja protagonista –que no baila e interrumpe el ritmo de la obra con la textura de sus voces– que, a pesar de los buenos números y del magnífico empaste de estos con la trama, como conjunto acaba cansando.

La película arranca con un número musical exento pero muy destacados, el divertido e impactante Too Darn Hot. Casi no se han acabado de presentar los personajes cuando una briosa Ann Miller interpreta esta rutina a incluir en cualquier antología del género.

https://www.youtube.com/watch?v=HvGPCFrMnSU

Son igualmente atractivos los números interpretados por Ann Miller y el acrobático Tommy Rall, Why Can't You Behave y Always True to You in My Fashion; y sobresaliente la coreografía del número From this Moment on.

 https://www.youtube.com/watch?v=YTBrVuEvZbg

No se puede dejar de mencionar la buena labor de Dorothy Kingsley en el guion. Los Gremio, Hortensio y Lucentio de Shakespeare son convertidos en Tom, Dick y Harry; Katherina en Kate, y la pareja de cómicos gánster, interpretados con gran acierto por Keenan Wynn y James Whitmore, nos recomendarán leer y citar al dramaturgo inglés para impresionar a las mujeres en Brush Up Your Shakespeare, el número cómico cantado y bailado por ambos.

https://www.youtube.com/watch?v=bPduoU826ew