Musical irrelevante, aunque interesante como muestra de la evolución del género: llegado a este punto, cualquier historia –ya sea cómica, policiaca, romántica o trágica– y cualquier personaje –real o imaginado, profesional o no del espectáculo– es apta para un musical.

Artist and Models tiene un guion cansino y, lo que es peor, irregular. Empieza con un tono infantil, onírico –con Jerry Lewis sacando sonidos de piano de una tabla de madera– y termina con escorzos de chicas esculturales en celo vestidas con armaduras wonderbra persiguiendo a los protagonistas.

La película es la unión, que no la suma, de dos productos paralelos: una película cómica y siete canciones. Tres las canta Dean Martin, otras dos Martin y Lewis a dúo, una Shirley MacLaine y, una, el número final, todos a coro. A la película le sobra más de media hora. Entre medias de secuencias interminables se meten canciones inmediatamente olvidables forzando el encaje con el guion y sin empaste ni complicidad con la película como conjunto.

En aquellos años la tecnología tapaba muchas carencias –la película está rodada con color de Eastman, Technicolor y formato VistaVisión– pero hoy pasa desapercibida, dejando evidente la pesadez de su ritmo y la ajada trama, enlazada con la guerra fría.

Lo único memorable de la obra son algunos gags visuales de Jerry Lewis, buenos o muy buenos –los visuales, pues los diálogos caen en juegos e intenciones más propias de la revista– siendo Inamorata, con Shirley MacLaine, vistiendo un infame bañador amarillo y Jerry Lewis haciendo el payaso, el número más completo.

En su parte estrictamente humorística, la película utiliza gags que evoca a los Hermanos Marx, como este masaje múltiple, sin las limitaciones de un camarote y con dobles lecturas más evidentes.