Película de Richard Quine a una
coreografía de Bob Fosse pegada. Comedia moderna, alegre, con alguna escena
alargada en exceso, aunque sin provocar mayor destrozo, porque redunda en el discurrir
tranquilo de la trama y porque el guion, salpimentado de gags y buenas
réplicas, permite aguantar fácilmente las prolongaciones.
El protagonismo es coral, aunque destaca
la buena interpretación de Betty Garret. La presencia de Garret provoca seguro
además una íntima satisfacción a los amantes del género pues tras un exitoso
1949 –Take Me out to the Ball Game (Berkeley, 1949) y On the Town
(Kelly-Donen, 1949) – quedaría seis años vetada para trabajar en el cine por
haber sido incluida en las listas negras de Hollywood debido a su matrimonio
con un antiguo comunista. La inclusión de Garret en el reparto aporta también
la agradable sensación de transición y continuidad en el género, de unión de
generaciones, pues Garret había nacido en 1919 mientras que Bob Fosse y Janet Leigh
eran de 1927 y Tommy Rall de 1929.
La labor del resto de los actores es
feliz y eficaz: Leigh acompaña, Fosse divierte y enternece, Rall asombra con su
poderoso baile, aunque su fuerza le arrastra y le pierde cuando diluye en acrobacia
su danza. Realiza su papel Richard York aunque, como todos los actores quemados
en series televisivas, es imposible no verle como Darrin, el marido de Embrujada.
Jack Lemmon, ya famoso y con la cotización al alza, incluso canta el tema It's
Bigger Than You And Me, pero su aportación a la película es absolutamente
irrelevante.
Aunque la obra responde a parámetros y
ritmos de cine y no se limita a la grabación de una obra de teatro, los
decorados resultan excesivamente teatrales y, como si de un escenario se
tratara, parecen ligeramente abiertos hacia los lados, en ángulo obtuso, como
para que el público de las plateas laterales pudiera ver cómodamente hasta el
fondo del escenario.
En la parte musical, las composiciones
de Jule Styne y Leo Robin son correctas mientras que las coreografías de Bob Fosse
son magníficas, sabrosas, renovadas, llenas de intenciones y pequeños gestos de
larguísimo recorrido. El cambio de lenguaje respecto a las coreografías
clásicas –basadas en bailes de salón, ballets, taps o ritmos de jazz– es
tan grande, tan profundo, que en realidad supone la aparición de un nuevo
idioma. Las coreografías tradicionales –pudiendo ser armónicas, sensibles,
acrobáticas, elegantes, multitudinarias, plásticas, rítmicas, hermosas, inagotables
para admirar y disfrutar, divertidas, emocionantes– tienen todas algo pétreo,
como si aspirasen a cuajar una sólida obra monumental clásica que se pudiera
exhibir en una plaza pública. Muestran talento, arte, trabajo, pero por su
naturaleza no trabajan la anécdota, parecen ignorar la pequeña experiencia
cotidiana, el rápido guiño, el escondido sentimiento privado, los íntimos miedos
del bailarín, representan arquetipos. La coreografía de Fosse nace mirando más
hacia dentro que hacia fuera. No sólo muestra talento y una nueva sensibilidad,
también toda su vulnerabilidad. A diferencia de los musicales clásicos, en sus
coreografías es posible reconocer complicidades singulares entre los
bailarines. Como coreógrafo Fosse aportará al musical el mismo aire de
intimismo y fragilidad que, exactamente en este mismo año, James Dean llevaba
al drama con East of Eden (Kazan) y Rebel Without a Cause (Ray).
De los números de la película resalta
por su fuerza la rutina entre Fosse y Rall, Competition Dance, pero, una
vez superado el diálogo inicial y la lucha de ciervos que entablan, el baile se
diluye en las fortalezas físicas y, siendo interesante, se pierde del avance de
la trama.
https://www.youtube.com/watch?v=3ItaESaGWMk
Es sobresaliente el número coral de
Garret, Leigh, Fosse y Rall en el quiosco de música, Give Me a Band and My
Baby, mostrando la habilidad de Fosse no para interpretar el jazz bailándolo,
sino para bailar como quien interpreta jazz, consiguiendo armonizar diferentes
movimientos unidos por un mismo sentido del ritmo y de improvisación.
https://www.youtube.com/watch?v=MlXxsJ8rDP8
Y resulta antológica la amable, sentida,
tierna rutina de Fosse y Leigh, There's Nothin' Like Love; una rutina minimal
que plasma la intimidad y ensueño de los enamorados escrita con lenguaje renovado
y moderno. Un hito en la evolución del género.
https://www.youtube.com/watch?v=TRQ9xa9xOZE