Productora/Distribuidora:
Metro-Goldwyn-Mayer
Estreno: 03-11-1955
Duración: 150 min.
Subgénero: Narración musical
Tramo: D
Guys and Dolls
(Ellos y ellas)
Pero, ¿a quién se le ocurrió proponer a Gene Kelly para interpretar el papel de Julio César en la tragedia de Shakespeare? Perdón, la pregunta era, ¿a quién se le ocurrió darle a Marlon Brando un papel de gánster malote con sentimientos de dibujo animado en un musical pensado para Gene Kelly?
El posible reparto que nunca fue –Gene Kelly y Grace Kelly junto a Frank Sinatra y Marilyn Monroe–, podría haber volado hasta las estrellas, sí, y allí haber conmovido de alegría y sensualidad al firmamento pero, con el que finalmente se rodó, no. La sola presencia de Brando –al lado de actores con papeles estereotipados de comedia–, toma para el sólo todo el ancho de banda de la imagen. Y, encima, como protagonista femenina, Jean Simmons. Entre Brando y Simmons se comen la pantalla, se meriendan la película y al resto de los actores. La voz de Brando no está doblada en las canciones pero, en vez de aportar, causa desazón viendo a ese monstruo escénico apresado en su propio playback. Su arrolladora gestualidad, perforando cada fotograma con el taladro Stanislavsky, provoca además que, cuando canta, su interpretación resulte recargada, saturada.
Tanto Brando como Simmons resultan turbios, atormentados, carcomidos por un pasado misterioso. La fotografía acrecienta ese efecto: rostros parcialmente ocultos entre sombras, barbillas con una gestualidad que encierra segundas intenciones, bocas reducidas a líneas negras. Sus risas son amargas, su canción atormentada. Cantan como fantasmas de la ópera con la siniestra diferencia de que su rostro es bello, hermoso, y lo que tienen quemado y deformado es el alma por algún terrible incendio en su infancia. El cine musical se desliza normalmente por lo sensual, acaso en lo erótico, pero Brando y Simmons son claramente sexuales. Si la idea de Mankiewicz era remover algunos cimientos del género, se consiguió, pero sin levantar nada nuevo. En fin que, al lado de estos dos actores salvajes, Sinatra parece un meritorio desvaído.
La línea argumental –un personaje depravado que alcanza la redención al descubrir, o al reencontrar, el amor al conocer a una voluntaria del Ejército de Salvación– es en realidad la misma que en The Belle of New York (Walters, 1952) pero, ¡vaya diferencia! Mientras que Astaire y Vera Ellen construyen personajes que parecen salidos de un cómic belga de línea clara y, con tierna sonrisa, caminan por fáciles y trillados senderos que llevan al happy end de la boda, aquí también hay una boda final, pero no augura nada feliz.
Merecen verse las breves secuencias del principio y final: modernos cuadros urbanos dibujados con vitales coreografías de Michael Kidd. Sincronizadas sin baile, dinámicamente simétricas, evocan a Berkeley en 42nd Street (Bacon, 1933). Un ejemplo de la coreografía de Kidd es el Gamble Dance.
https://www.youtube.com/watch?v=5CDQFWZ_SxEResulta alegre el número de Sit Down, You're Rockin the Boat, interpretado por Stubby Kaye, el mismo actor que había realizado ese papel en el montaje original de Broadway.
El tema más famoso de la película será Luck to Be a Lady. Un buen tema acompañado por la buena fotografía de Harry Stradling Sr.(The Barkleys of Broadway, Walters, 1949; My Fair Lady, Cukor, 1964; Funny Girl, Wyler 1968; Hello, Dolly!, Kelly, 1969) y escenografía, aunque posiblemente gran parte de su fama se debe a que es Marlon Brando quien lo canta y que Sinatra se quedara molesto por no haberlo interpretado él.
https://www.youtube.com/watch?v=PDSGtcgRjxA