Productora/Distribuidora:
Warner Bros
Estreno: 14-02-1934
Duración: 78 min.
Subgénero: Profesionales
Tramo: -
Fashions of 1934
(El altar de la moda)
Mala película pero interesante obra en la historia del género musical. Incluye un descomunal número de Berkeley y el embrión de varios tópicos del género.
La película seguramente entretuvo al público de 1934 a base de clichés. Para los hombres, miríadas de mujeres en ropa interior y primeros planos de rostros complacientes; para las mujeres, lujosos trajes de noche lucidos por modelos de alta costura en salones de moda de New York y París: la fábrica de los sueños.
En clave de comedia, los protagonistas, pícaros de guante blanco, se dedican a la falsificación, el fraude y el chantaje en el mundo de la moda de lujo y, como parte de una disparatada sucesión de ocurrencias, terminan por montar una revista musical en París con el único objetivo de poner de moda las plumas de avestruz. El argumento, burlón con usos y modas y desafiante con la moral burguesa, se complementa con imágenes y diálogos Pre-Code, a base de insinuaciones y dobles sentidos sexuales, lo que, a pesar de su pretendida naturalidad, genera algún plano chocante.
El reparto –encabezado por William Powell, Bette Davis, Verree Teasdale y Hugh Herbert– es sólido y competente, demasiado para el endeble argumento, y los personajes carecen de recorrido dramático. El papel de William Powell, audaz, desprendido y elegante, le servirá de base para su celebrada interpretación en The Great Ziegfeld (Leonard, 1936) y, en cuanto al papel de Bette Davis –ataviada con peluca rubia platino–, parece que fue parte de un descabellado plan de la Warner para intentar convertirla en sex symbol.
Como musical, la película desarrolla los tópicos del género: París como fuente de lujo y del placer a flor de piel; Europa como espacio esclerotizado y decadente –amén de una caterva de falsos aristócratas, aquí simbolizados por la Gran Duquesa Alix que, en realidad, se trata de una moza de Hoboken (New Jersey), gag ya utilizado en Roberta (Seiter, 1935)– frente al dinamismo y la modernidad de Estados Unidos, y referencias a las estrellas clásicas del género –Vamos. Haz de Helen Morgan. Siéntate [encima del piano] e inspírame–.
Para disfrutar del número musical de Berkeley, Spin a Little Web of Dreams, hay que esperar al minuto 46. Verree Teasdale comienza interpretando la canción sobre un escenario y, en un momento dado, sin solución de continuidad se descorren unas cortinas a su espalda y vemos a una costurera, rendida de cansancio, caer dormida sobre su mesa de trabajo. Un viento mágico desata su imaginación y la costurera comienza a soñar los delirios de Berkeley: arpas construidas con cuerpos de mujeres y cientos de bailarinas vestidas con breve lencería agitando enormes abanicos de plumas, moviéndose a lo largo de interminables pasarelas situadas en diferentes niveles y representando todas las posibles versiones plásticas y simbólicas que pueden recrease con las texturas y las metáforas de las plumas: gigantes flores de pétalos blancos, olas empujadas por el viento, espumas de las que nace Venus y, por qué no, barcos hechos de plumas y mujeres como mascarones navegando entre océanos de tela; todo ello rodado con cámaras cenitales o subidas a grúas que sobrevuelan el espacio como pájaros. Siete minutos y medio de abrumador espectáculo visual que derrocha genio y delirio a partes iguales y deja boquiabierto a cualquier espectador.
https://www.youtube.com/watch?v=larRfKQn4F4.