Productora/Distribuidora:
Metro-Goldwyn-Mayer
Estreno: 02-11-1934
Duración: 99 min.
Subgénero: Opereta
Tramo: D
The Merry Widow
(La viuda alegre)
En 1905 se estrenaba la opereta Die lustige Witwe, con música del austro-húngaro Franz Lehár y libreto de Leo Stein. La obra se convirtió en un enorme éxito internacional y el cine se haría eco con más de media docena de versiones y remakes de grandes directores, desde Curtiz a von Stroheim. Esta versión dirigida por Lubitsch será una de las más famosas. Aunque probablemente el subgénero de las operetas –muchas de ellas recreando arquetipos populares, con romances acartonados y pretenciosos gorgoritos– ha restado más que sumado al gran cine musical, las protagonizadas por la pareja Chevalier&MacDonald y dirigidas por Lubitsch son la excepción a la regla, pues suelen ser comedias fluidas, con pulso, con canciones que encajan y responden al sentido del guion y que son interpretadas como parte, o con el sentido, de la trama.
Si un atributo del cine es su capacidad para reflejar hábitos y valores de la sociedad a la vez que propone otros nuevos, el cine musical de esta época refleja una cultura sostenidamente machista, siendo las operetas su paradigma. Por esta razón, muchas escenas han envejecido muy mal –afortunadamente, como las escenas de fumadores en hospitales o de conductores sin cinturón–, hasta el punto de que cuesta concentrarse en el hilo de la película por lo cretinas que son mostradas las mujeres y la autocomplacencia de los personajes masculinos considerándolas como tales. Como cuando la viuda anota en su diario: Querido diario, soy viuda, y, a continuación, la cámara muestra que, al faltarle el varón, su diario y el resto de su vida se han quedado en blanco: su vida no tiene contenido ni sentido.
También ha envejecido de modo extraño el correlato de la prostitución. La película –proyectada sin trabas ni cortes en las televisiones públicas de países con rígida moral católica, como la franquista– muestra a Chevalier reencontrándose con las alegres mujeres del Maxim’s: Mimí, Frufrú, Joujou, Fifí… y es que, en general, el cine musical de Hollywood, aparte de ubicar en París la fuente del deseo y el lujo, trata el mundo de las mujeres de compañía con naturalidad. Las cortesanas serán de hecho un elemento imprescindible de los musicales para ambientar una trama en París, ya fuese en estos años, como en Wonder Bar (Bacon, 1934), o un par de décadas más tardes, como en Silk Stocking, (Mamoulian, 1957) o Gigi (Minnelli, 1958).
En conjunto, buena comedia, divertidos enredos, sobresaliente Edward Everett Horton en su papel de embajador. Desde un punto de vista musical, destaca la buena conjunción de la fotografía de Oliver Marsh con las coreografías de los valses desplegados geométricamente por Albertina Rasch. Rasch alcanzará renombre por su labor en The Great Waltz (Duvivier, 1938).
https://www.youtube.com/watch?v=kBIit6WC7r4