Productora/Distribuidora:
Warner Bros
Estreno: 16-03-1935
Duración: 95 min.
Subgénero: Montaje de espectáculo
Tramo: D
Gold Diggers of 1935
(Vampiresas de 1935)
Primera película de Berkeley como realizador y responsable creativo total. Por cómo arranca la película parece como si este genial artista hubiera estado cogiendo impulso a la espera de esta ocasión: una breve e impactante coreografía creada a partir de las tareas mecánicas y repetitivas de los trabajadores de un hotel –jardineros, doncellas, limpiadoras, botones…–, con sencillos patrones rítmicos de enorme fuerza visual. Por lo demás, la producción intenta repetir la fórmula y el equipo de 42nd Street (Bacon, 1933) o Gold Diggers of 1933 (LeRoy, 1933) contando no sólo con Berkely, sino también con Dubin y Warren como compositores y Dick Powell como cantante. Su pareja habitual, Ruby Keeler, es sustituida en esta ocasión por Gloria Stuart.
La trama es, como procede, sencilla y cómica. Quizá lo más relevante de la misma es que no existen realmente protagonistas principales, es más bien una película coral que cuenta con un buen reparto y consigue que, aunque por momentos progrese muy lenta, resulte una buena comedia en la que destacan Adolphe Menjou, Joseph Cawthorn y Hugh Herbert.
Otro aspecto singular de la obra es el número de canciones. Lo habitual en el género era que, a lo largo de la película, se interpretasen bastantes y diferentes canciones, fueran siete o doce, aunque fuese para que los espectadores tuvieran claro que se trataba de una película musical. Pues bien, Berkeley resuelve toda la película con sólo tres temas, pero impone tal ritmo que en ningún momento se duda de estar frente a un musical pleno.
La primera canción, I'm Going Shopping with You, es una simple y agradable melodía que Dick Powell le canta a Gloria Stuart como parte del guion y sin mayor recorrido; pero las otras dos corresponden a dos números absolutamente berkeleyanos que se montan como parte de un espectáculo. En el primero, The Words Are in My Heart, Berkeley dispone 56 pianos de cola blancos sobre el escenario, cada uno con una bailarina subida encima, que se mueven y giran impulsados por bailarines vestidos de negro situados bajo el piano, prácticamente invisibles.
El segundo número es Lullaby of Broadway, un número que Berkeley ponderó muchas veces como el más logrado de su carrera. Empieza con un primer plano del rostro anguloso de la cantante Wini Shaw que, con poderosa voz, interpreta el tema de Dubin y Warren. De pronto, la cámara se voltea 180 grados y, la imagen, ahora del rostro invertido, se metamorfosea en el mapa de New York sobre el que la cámara hace un picado para volar a lo largo de sus calles. En este largo número Berkeley utiliza todos sus recursos para el relato y el juego visual, y erige unas escenografías ciclópeas, de proporciones que parecen concebidas por otra civilización. Cuando parece que todo está dicho, que no se puede hacer más porque ya ha exprimido toda su creatividad y agotado el presupuesto de la película y de la Warner, comienzan a salir al escenario, conformado por incontables niveles, decenas y decenas y decenas de bailarines que bailan sincronizada y frenéticamente un tap. Son cientos de pies declamando, dialogando, en un número tan visualmente apabullante que –al igual que si se contemplara una pirámide egipcia– la grandiosidad de su volumen relativiza el resto de las posibles consideraciones. Por otra parte, para nuestra idea actual del musical, que sólo deja hueco para los finales felices, este número resulta, digamos, chocante, pues la protagonista del relato muere al precipitarse desde la ventana de un rascacielos. Desbordante Berkeley.
https://www.youtube.com/watch?v=rTgGCBeLZGg