Productora/Distribuidora:
Motown Productions / Universal Pictures
Estreno: 24-10-1978
Duración: 133 min.
Subgénero: Ópera cínema
Tramo: -
The Wiz
(El mago)
A finales de 1974 se estrenó la obra de teatro musical The Wiz: The Super Soul Musical "Wonderful Wizard of Oz", una nueva adaptación del clásico de L. Frank Baum, con letra y música de Charlie Smalls y libreto de William F. Brown. La aceptación del público aupó la obra hasta Broadway donde cosecharía siete Premios Tony, incluyendo el de Mejor Musical de 1975. Lo más singular de la obra –aparte de atreverse a revisitar un texto que contaba con la mítica versión musical para cine, la fundacional The Wizard of Oz (Fleming, 1939)– era que trasponía el entorno rural y los personajes de raza blanca del cuento de Baum a un entorno urbano y con todos sus personajes afroamericanos.
En estos años el cine musical había encontrado una nueva veta en el público juvenil –un público renovado y desconocedor de las grandes obras del musical clásico– con la música disco, teniendo como gran artífice al productor Robert Stigwood. Stigwood había producido la popular Jesus Christ Superstar (Jewison, 1973) y obtendría sus mayores éxitos con Saturday Night Fever (Badham, 1977) y Grease (Kleiser, 1978). En este contexto surge un nuevo productor, Rob Cohen, que intenta coger una parte del pastel de musical juvenil. En este mismo año, 1978, Cohen había estrenado dos películas con música, Thank God It's Friday (Klane, 1978), con la Motown y Donna Summer, ganadora del óscar por la canción Last Dance; y Almost Summer (Davidson, 1978), también con la Motown y con la banda sonora compuesta por Mike Love.
Cohen y la Motown se embarcan en un nuevo proyecto: llevar el musical The Wiz a la gran pantalla. Su apuesta pasa por mantener el reparto íntegramente negro. Un musical all-black ya no sólo no era un riesgo sino que incluso se beneficiaba de la corriente creada por un reciente movimiento cinematográfico denominado blaxploitation que, con protagonistas negros y potentes bandas sonoras, construía películas destinadas al consumo de afroamericanos urbanitas con creciente poder adquisitivo.
Para su apuesta dispusieron de un presupuesto descomunal, 24 millones –frente a, por ejemplo, los 6 millones de Grease–, con el que, ay, se fraguó una obra descomunalmente mala pues, a mayor presupuesto, mayor necesidad existe de contar con el respaldo de una industria engranada y engrasada en el género.
Los problemas y desaciertos se acumularon. Resultaría interminable relacionarlos pero hay dos relevantes, pues ambos recorren la película de principio a fin. El primero, la protagonista. Al no poder contratar a Stephanie Mills, la actriz que había estrenado, con 18 años, el papel de Dorothy en el teatro, se eligió a Dianna Ross, la gran estrella de la Motown, que contaba 34 y ningún talento para la interpretación dramática ni magia alguna para encarnar el papel de Dorohy. Este cambio obligaría a modificar el papel de la protagonista, transformando a la alumna que aparecía en la obra de teatro en una profesora que tiene 24 años. Un cambio de enorme calado, entre otras cosas porque los leitmotivs que aparecen en el texto original de L.F. Baum sobre la superación y la amistad quedaban convertidos en un manual de autoayuda para adultos.
El otro problema evidente fue el director seleccionado, el ciclotímico judío neoyorquino Sidney Lumet. Lumet había labrado su fama con películas dramáticas memorables –12 Angry Men (1957), Long Day's Journey Into Night (1962), Serpico (1973) o Dog Day Afternoon (1975) –, pero ninguna de ellas avalaba que fuera capaz de imprimir el ritmo, el tempo interno necesario en un musical, como así resultó.
Podría añadirse que las interpretaciones, en su conjunto, son muy malas –¡actúa mal incluso Totó, el perro!–; que la transposición al entorno urbano elimina, al menos en la película, aspectos simbólicos e irracionales que podían percibirse en el mundo rural de Baum; que los feos decorados lucen en toda su fealdad por la fallida ambientación y la nefasta gestión de la cámara; que el peso y longitud de las secuencias es manifiestamente descompensado; que se sustituye coreografía por brincos y ritmo por gimnasia sueca, o que el resultado final no es ni para niños ni para adultos. Todo esto a lo largo, largo, de 133 minutos. Parece clara la indigestión.
En la lista de activos desaprovechados, la participación de Michael Jackson como Espantapájaros; la presencia de Lena Horne que, aunque testimonial, resulta un emotivo elemento de conexión con el musical clásico; y las correctas actuaciones de Ted Ross, como León, y Nipsey Russel, como Hombre de Hojalata. Asimismo, queda desaprovechada en la mayoría de la secuencias la presencia del fotógrafo Oswald Morris, que contaba en su haber películas como Moulin Rouge (Huston, 1952), Oliver! (Reed, 1968) o Fiddler on the Roof (Jewison, 1971).
Por mencionar algún número, You Can't Win, You Can't Break Even. No es interesante musicalmente, pero tiene una fotografía singular y Michael Jackson cuenta con algún protagonismo.
https://www.youtube.com/watch?v=3r1ssg1LIt4
Y Don't Nobody Bring Me No Bad News, interpretado por Mabel King, interprete asimismo del papel en Broadway.
https://www.youtube.com/watch?v=pQT-QFy5Nig