Cartel

Notas de Cine Musical

Productora/Distribuidora:
Cosmopolitan / Metro-Goldwyn-Mayer

Estreno: 22-12-1933

Duración: 78 min.

Subgénero: Profesionales

Tramo: -


Notas de Cine Musical


Going Hollywood


(Amores en Hollywood)



Escuchar hoy a Bing Crosby y considerar su fabuloso éxito a lo largo de casi tres décadas –desde 1930 hasta mediados de la década de 1950– requiere un esfuerzo de abstracción estética y fría reflexión intelectual. Hoy, tras la revolución musical de la década de 1960 y sucesivas generaciones de artistas explorando cómo expresar con naturalidad y espontaneidad sus emociones y sentimientos, la engolada voz de Crosby genera recelos, si no rechazo. Sin embargo, y aquí comienza la reflexión intelectual, la aparición de Crosby en el mundo de la música produjo, con su canturreo blando e intimista, un enorme impacto gracias a los pequeños grandes cambios que se estaban produciendo. Durante siglos los cantantes habían basado parte de su éxito en la potencia de su voz, pero de pronto la tecnología posibilitaba grabar suaves baladas y reproducirlas a cualquier volumen; igualmente, los cantantes se habían circunscrito a cantar en espacios predeterminados, pero ahora su voz se propagaba a través de la radio, se multiplicaba mediante la tirada de millones de discos y se aprehendía viendo el rostro del cantante en películas sonoras, retroalimentando así, de un medio a otro, su popularidad; durante años el rol de los cantantes en Estaos Unidos se había reducido al de meros acompañantes de las bandas de jazz, pero empezaban a adquirir el rol protagonista: Bing Crosby fue el cantante que estaba allí y entonces, cuando todos estos cambios se producían y convergían. Se convirtió en el cantante moderno y melódico, el crooner por excelencia, la voz en la que se encarnó Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial y a la que se agarraron millones de personas presas de soledad o de nostalgia. Abarcando con su voz la totalidad de la industria del espectáculo –discos, películas, conciertos, radio, televisión–, Crosby rompió todos los records; baste señalar que vendió más de mil millones de discos.

Nacía el cine sonoro cuando Crosby empezaba a despuntar como cantante. Su carrera sería meteórica. En 1926 es contratado por Paul Whiteman, líder de la entonces banda de jazz más prestigiosa. Bajo esta formación se crearía el trio The Rhythm Boys, que más tarde se independizaría y comenzaría a actuar en la célebre Cocoanut Grove, la sala de espectáculos del famoso Hotel Ambassador de Los Angeles. De ahí, el salto a Hollywood. Entre 1931 y 1933 rueda seis mediometrajes bajo las órdenes de Mack Sennett, y en 1932 ya debuta como protagonista. La única obligación de Crosby en la película era cantar como él sabía. Verlo bailar daba risa y, en cuanto a sus dotes dramáticas, ni estaban ni se esperaban aunque, con los años y su arrollador éxito, tal carencia se disimule pues, en esencia, Crosby siempre se interpretará a sí mismo. Con esta aproximación –sin interminables ensayos de coreografías, diálogos o personajes– Crosby podía participar cada año en todas las películas que le ofrecieran. En 1933 estrenará seis, siendo Going Hollywood una de ellas.

Going Hollywood es irremediablemente mala. En cuanto al guion, mejor hubiera sido muda. Planos y montaje, un disparate: Raoul Walsh no tiene nada que aportar al ritmo ni a los números musicales, y, a partir del minuto 20, el visionado se torna cuesta arriba.

Como musical, se observa con curiosidad el que sería uno de los primeros trabajos en Hollywood de la coreógrafa Albertina Rasch –The Merry Widow (Lubitsch, 1934), Sweethearts (Van Dyke, 1938), The Great Waltz (Duvivier, 1938) –, pero su labor, aunque singular y con posibilidades, con largos y obsesivos desplazamientos lineales de grupo, parece más concebida para un escenario de Broadway que para la pantalla; y la cámara de Walsh acaba por diluir y desgraciar lo que, además de breve, acaso pudiera ser bueno.

Se espera asimismo con curiosidad la labor de los compositores, Nacio Herb Brown y Arthur Freed pero, en el mejor de los casos, su obra pasa inadvertida y, en el resto, resulta insulsa o mala; sobremanera cuando es interpretada por Marion Davies que tiene el mérito de cantar sin ser consciente de que canta, pues dramatiza cada nota con caritas propias de cine mudo.

El tema que da título a la película, Going Hollywood, suena varias veces como instrumental a lo largo de la película y Crosby lo canta en la estación de tren que le llevará a Hollywood. Este número ilustra además las coreografías de Rasch.

https://www.youtube.com/watch?v=NwUO4HGpkqE

Por lo demás, la película se construye bajo el gran aliento norteamericano del my dreams have come true y el tópico de que las mujeres francesas, sí, serán muy sexys y muy seductoras, pero acaban resultando insufribles pare el buen chico norteamericano. Son unas arteras y el chico acabará eligiendo a la sencilla, honesta y trabajadora chica norteamericana, que lo ama en silencio y rendida lo espera.