Productora/Distribuidora:
Metro-Goldwyn-Mayer
Estreno: 25-08-1939
Duración: 101 min.
Subgénero: Narración musical
Tramo: A
The Wizard of Oz
(El mago de Oz)
Pocas veces una obra artística trasciende su ámbito, y son contadas excepciones las que, además, logran encarnar el pulso y los sueños de una nación. The Wizard of Oz lo consiguió en Estados Unidos, aunque tardaría algún tiempo; no fue aclamada como un éxito tras su estreno en el cine pero su popularidad sería arrolladora tras su emisión por televisión. Un factor decisivo fue que la película estaba basada en un cuento para niños escrito por L. Frank Baum, novelista norteamericano que, sin duda, conectaba mejor con el imaginario colectivo de su país que, por ejemplo, un Perrault o un Grimm: los cuentos europeos están plagados de padres despiadados y de lobos, pero nunca aparece ni un solo tornado.
Aunque, dada la trascendencia social de esta película, cualquier otra consideración resulta irrelevante, The Wizard of Oz también supuso un punto de inflexión, de transformación, en la historia del género musical. ¿Cómo? Más que por una gran razón, por múltiples pequeñas razones, todas armoniosamente acertadas.
En la MGM nadie las tenía todas consigo pues era difícil recordar otra película con una producción tan caótica y enmarañada. Así, a la hora de escribir los títulos de crédito sencillamente se tiró para adelante y se redujo a unos pocos nombres, ya que era de todo punto imposible relacionar a todos los que habían colaborado. Aunque como realizador aparece Victor Fleming –que iba y venía, enfrascado a la vez en el rodaje de Gone with the Wind– también dirigieron escenas George Cukor, Mervyn LeRoy, Norman Taurog y King Vidor. Respecto a los guionistas, se contaban por decenas, incluidos Herman J. Mankiewicz, Irving Brecher, Herbert Fields, Arthur Freed, Yip Harburg, Richard Thorpe, George Cukor y King Vidor. Con los actores hubo mil dudas previas –los ejecutivos de la MGM querían sí o sí a Shirley Temple, estrella infantil blindada con la Fox, como protagonista– y mil problemas después, incluyendo la baja por enfermedad de Buddy Ebsen, el actor elegido inicialmente para el papel de Hombre de Hojalata, debido a una alergia que le causó el polvo de aluminio que se usaba en su caracterización. No se sabe cómo pero, de este trabajo, cuando menos coral, emergió una película perfecta para conmover y emocionar los espíritus. The Wizard of Oz es, según algunos analistas del medio, la película que más veces ha sido vista en la historia de la televisión de los Estados Unidos, que es como decir del mundo.
Como musical, no se trata tanto de que la película tenga una canción sobresaliente, o alguna coreografía conseguida y muy bien rodada, o que las interpretaciones estén impregnadas de una especial alegría por el hecho de que todos sus protagonistas son profesionales provenientes del vaudeville. Lo relevante de esta obra es que se trata de una obra íntegra, de una sola pieza; con tramos mejores o peores, pero indivisible. Las canciones de Harburg y Arlen se cantan porque resulta inevitable que sean cantadas por el personaje que la canta y cuando la canta. Es como si, por el hecho de que la trama fuese fantástica, los guionistas y compositores se hubiesen visto por fin liberados de tener que justificarse o dar explicaciones sobre por qué alguien se ponía a cantar. No era necesario plegarse a la realidad y este cambio conceptual supondrá un avance definitivo en el género.
Es imposible no remarcar el arranque de la película. Son diez primeros minutos en los que, de modo magistral, se presentan los personajes, se plantea el conflicto y se interpreta la canción más famosa y reconocida, no sólo del género musical, sino de la historia del cine, Over the Rainbow.
https://www.youtube.com/watch?v=PSZxmZmBfnUSe podría seguir resaltando los diferentes tramos del resto de la obra, e ir señalando, aquí, la natural y vivaz coreografía de grupo ideada por Bobby Connolly; allá los decorados de Edwin B. Willis y, en todo momento, las fabulosas caracterizaciones creadas con el maquillaje de Jack Dawn: subyuga el expresivo rostro de saco del Espantapájaros, asombra la semirrígida articulación del Hombre de Latón, con su melancólica tuerca en la nariz, e impresiona el esmerado y complejo rostro del León.
Cada recurso técnico usado –aquí el sepia, allá el color; aquí la cámara fija, allí la grúa; el traje azul a cuadros de Dorothy para difuminar las formas adultas de Garland o el recurso de contratar actores altos, para que aparentara ser más pequeña; cambiar el color de los zapatos, plateados en la novela, por un rojo rubí con el fin de extraer todas las posibilidades del novedoso Technicolor– encaja y se colma de sentido. The Wizard of Oz será además la primera película completamente rodada con sonido estéreo.
https://www.youtube.com/watch?v=aYvs9cB3qVkEn cuanto a los actores, sus interpretaciones sencillamente consiguieron que parezca que no podrían haber sido realizadas de ninguna otra manera. Intensas, pero sin excesos; llenas de matices en sus dicciones. Salvo Judy Garland, con una larga carrera por delante para superarse, probablemente todos encuentran en esta obra su mejor versión: Ray Bolger como Hunk/ Espantapájaros, Jack Haley como Hickory / Hombre de hojalata y Bert Lahr como Zeke/León. También el veteranísimo Frank Morgan –sensacional secundario en decenas de películas– borda su trabajo, interpretando cinco diferentes papeles, incluyendo el de Mago de Oz.
Todo colabora en el buen resultado. Es irrelevante que la Bruja Buena sea meliflua, o que los Munchkins resulten acartonados –y rijosos, según rememoraría Garland–, cada pieza ayuda a componer un Reino de Fantasía mejor que muchos de los modernos efectos especiales. En fin, que hasta la actuación del perro Terry, en el papel del perro Totó, resultó intachable.
Alrededor de la película se produce alguna anécdota que, normalmente, se colocaría en el terreno de las revistas de corazón pero que en este caso se debe a la magia del Reino de Oz. La primera es que, el papel de Glinda, la Bruja Buena del Norte que velaba por la felicidad en el mundo de fantasía, es interpretado por Billie Burke, la viuda de Florence Ziegfeld, el mítico impulsor del musical en Broadway. La segunda que, aunque Dorothy Gale, de Kansas, mostraba una declarada preferencia por el Espantapájaros, la hija de Judy Garland, Liza Minnelli, se casaría con el hijo del Hombre de hojalata, Jack Haley Jr. Para cerrar el círculo, años después Jack Haley Jr será el productor de las famosas compilaciones de musicales de la MGM, That's Entertainment! (1974) y That's Entertainment, Part II (1976).