Productora/Distribuidora:
Metro-Goldwyn-Mayer
Estreno: 27-09-1940
Duración: 120 min.
Subgénero: Montaje de espectáculo
Tramo: D
Strike Up the Band
(Armonías de juventud)
Aunque el título de la película y de su tema principal está extraído de un musical de Broadway de los Gershwin de 1927, el resto es un cocido original preparado para la ocasión. El musical original giraba en torno a un irrisorio incidente bélico entre USA y Suiza, motivado por la subida de los precios del queso, pero, en 1940, y aunque aún faltaba más de un año para que USA entrara en guerra –tras el ataque de Japón a la base de Pearl Harbour, el 7 de Diciembre de 1941–, el horno ya estaba caliente, tanto como para que la película sea rematada con un pegote: un fundido de las caras de Rooney y Garland sobre una bandera de EEUU mientras se oye a Garland cantando con nuestras banderas desplegadas podemos enfrentarnos al mundo. Alta temperatura patriótica y exaltación de la juventud norteamericana.
Las cuatro películas rodadas por Rooney y Garland bajo la dirección de Berkeley y la producción de MGM se convertirán en un subgénero en sí mismas, tanto es así que la crítica acuñó un término, backyard musical –derivado del backstage musical–, para reseñarlas. La trama, siempre la misma, giraba en torno a unos candorosos, dotados y entusiastas adolescentes que residían en un pueblo a trasmano de las grandes urbes y ansiaban crear y montar un espectáculo musical, algo que, con ambición, talento y ensayos en el patio trasero de casa, acaban consiguiendo. La primera película de la serie fue Babes in Arms (Berkeley, 1939), la seguiría esta Strike Up the Band, y a continuación vendrían Babes on Broadway (Berkeley, 1941) y Girl Crazy (Berkeley, 1943). Con cada nueva película, la edad de Rooney, nacido en 1920, y Garland, nacida en 1922, chirriaba más y más en el papel de protagonistas adolescentes. Y seguramente cada vez más espectadores se quedarían perplejos al finalizar la película, pensando que aquella obra ya la han habían visto. Pero la caja de recaudación seguía funcionando.
Strike Up the Band es hoy una mala película: larga (120'), meliflua, descompensada. A pesar de que Berkeley –que se encuentra como pez en el agua en cuanto dispone de medio centenar de bailarines y un infatigable operador de cámara encaramado a una grúa, persiguiendo a los actores como si se moviera en una avioneta– es capaz de proporcionar altas dosis de movimiento y dinamismo visual, el flojísimo guion y los malos números musicales –anfetamínicos pero desvaídos–, acaban aburriendo. El ritmo queda más trabado aún al insertar, a mitad del metraje, la puesta en escena de una larga obra de teatro, Nell of New Rochelle, que interpretan los adolescentes en el local del pueblo con el fin de recaudar dinero y, aunque ese apéndice disponga de los medios de la MGM, no empasta con el resto de la obra y sus casi 15 minutos resultan cansinos.
Satura asimismo el número Do the La Conga, un estilo de baile que tendría una enorme pegada durante un par de décadas. Con el inicio de la Segunda Guerra Mundial y el colapso del mercado europeo, Hollywood había vuelto su mirada hacia Sudamérica, intentando sintonizar con sus ritmos musicales para ganar cuota de mercado. El número –con un Berkeley pasado de presupuesto, rodando interminables planos secuencia, y con un Rooney pasado de rosca, primero tocando la batería y luego bailando con Garland– termina por agotar. En general, a la película le pesa el excesivo protagonismo de Rooney. Aunque varios números, especialmente Drummer Boy, pongan de relieve su talento como percusionista –ya sea con la batería o el vibráfono– su estilo de interpretación satura y contamina al resto. Incluso Garland parece superada por el descontrol de Rooney y da la impresión de actuar sonámbula, incapaz de encontrar su propio ritmo al tratar de seguir el de su compañero. Su interpretación, perdida la espontaneidad de su gesto y la magia de la mirada que la caracteriza, queda desnaturalizada.
https://www.youtube.com/watch?v=wVe2C7fkmIU
Con la película ya derrapando y sin control, el número final resulta un auténtico barullo. Rooney, Garland, y los Six Hits junto al coro y la orquesta de la MGM vuelven a interpretar por segunda vez casi todas las canciones de la película: Strike Up the Band, Do the La Conga, Our Love Affair y Drummer Boy.
Entre todo este alboroto, la película contiene dos momentos novedosos, especiales. El primero, una breve, incluso esquemática escena de animación, creada por Henry Rox que, aunque rudimentaria, es atrevida por cómo se incorpora a la trama y aún hoy mantiene todo su sabor: Rooney se encuentra en la cocina de la casa de Garland. Le está contando cómo dirigiría una orquesta en el Carnegie Hall y, para explicarle como situaría a los músicos, empieza a coger piezas de fruta y a disponerlas sobre la mesa de la cocina, como si esta fuera el escenario. Cuando están todas las frutas colocadas –peras, manzanas, piñas–, las frutas se animan e interpretan una partitura.
https://www.youtube.com/watch?v=zGxZTadEWzc
La segunda secuencia es el número Nobody, que tiene lugar en la biblioteca del instituto y en la que Garland interpreta una canción de sencilla melodía. Para ser concebido en 1940, el número es muy moderno; sin duda habría encajado, se hubiera integrado y hubiera obtenido más reconocimiento de haber formado parte de un musical de la década de 1960.
https://www.youtube.com/watch?v=YdQbS4kFmCM