La película podría adscribirse tanto al subgénero Patriótico como al Biopic, en este caso del cantante, bailarín de vodevil y músico George M. Cohan. A primeros del siglo XX Cohan había conseguido tal popularidad con sus espectáculos en Broadway –sobrecargados de espíritu patriotero, banderas al viento y bayonetas, todo ello mezclado con algarabía infantil– que algunos de sus temas, como Over There, formaran parte de la “Banda Sonora de la Patria” durante la Primera Guerra Mundial y él mismo alcanzará como compositor el rango de institución nacional. Se trata por tanto de un músico singular, que toca fibras y vísceras muy sensibles de los estadounidenses pues está consagrado por Broadway y consagrado por la Patria. Con tal aureola, se trataba de un personaje muy adecuado para sacar a escena en 1942. Toda la película se lee como una aportación de la Warner a la moral y espíritu bélico del pueblo estadounidense, de forma que, hoy y aquí, resulta pesada –a pesar de apreciarse la buena dirección de Curtiz– y, el personaje de Cohan, antipático.

Cohan fue un creador versátil, destajista, infatigable. En su haber, veintiún musicales y otras tantas obras de teatro que no solamente componía, sino en las que también actuaba, cantaba y bailaba. Con estos ingredientes, su biopic es un documento relevante de una época y de Broadway, pero por su excesiva orientación patriótica no cuaja como musical.

Se aprecia el esfuerzo de la Warner tratando de evocar y recrear emociones. Para interpretar el papel de una hermana de Cohan se escogió… a una hermana de Cagney; para interpretar el papel de Eddie Foy contrataron –al igual que en Lillian Russel (Cummings, 1940)– a Eddie Foy Jr. En paralelo a tanto esmero, dado que los objetivos eran la emotividad y el panegírico, también hubo manga ancha para guionistas y productores; así, se reordenó la cronología de algunos aspectos biográficos de Cohan buscando mayor dramatismo y, para el papel de la madre de Cohan/Cagney, se contrató a una actriz once años más joven que Cagney.

La interpretación de Cagney es enérgica, como habitúa, y en alguna de las escenas casi extraña que no resuelva la discusión tirando de revólver. Con esta película ganará el óscar al Mejor Actor; si bien seguramente la Academia premiaba tanto o más al patriota Cohan que al actor Cagney.

Como bailarín Cagney es también brioso, pero nada sugerente. Los movimientos de sus cortas piernas, queriendo alargarlas con las punteras de sus zapatos, y la rigidez de sus brazos no son nada apreciables. Más allá de que estuviese recreando el estilo de Cohan con sus saltos y brincos, su papel sólo se sostiene por su solvencia dramática. Como cantante, con un estilo recitativo, tampoco engancha.

Las coreografías buscan también ser documentales de la época. Fueron dirigidas por John Boyle, un antiguo colaborador de Cohan, lo que significa que son fieles, pero no que sean atractivas.

Un fiel y aburrido documento patriótico.