La película se encuentra a medio camino entre el biopic de Bill Bojangles Robinson, leyenda del tap, y la vida novelada de un bailarín entre las dos guerras mundiales. El protagonista es el mismísimo Bill Robinson y, para que nadie se despiste, su personaje se llama “Bill Williamson”. Resulta chocante que, a pesar del prestigio de Robinson en el mundo de la danza y de ser el protagonista de la película, el menor reconocimiento y salario que le otorgaba Hollywood le suponga aparecer en los créditos por detrás de Lena Horne.

Sin falta de entrar en el contenido la obra es relevante en el género por ser una de los pocos musicales all black –Cabin in the Sky (Minnelli, 1943) se había estrenado el 9 de Abril de este mismo año–. Aunque la participación de los afroamericanos en la guerra empujaba el cambio social y la integración racial, la realidad es que se mantenía la segregación en las calles y esta se reflejaba en las películas. Dado que la población negra tenía vetado entrar en los locales de ocio de los blancos, disponía de sus propios locales a los que no iban los blancos. En su momento la película pudo suponer una especie de mirilla al interior de sus cafés y teatros, pero hoy ha perdido el atractivo de lo desconocido y se ve como un documento sin especial pulso ni brío. La duración es de 78 minutos e incluye casi veinte números musicales, así que, no sólo no deja espacio para una trama sino que tampoco existe principio ni fin. Finaliza en el 78, pero igualmente pudo haber finalizado quince minutos antes como treinta después.

Todas las actuaciones son independientes del guion y quedan reducidas a una sucesión de videoclips, eso sí, algunos excepcionales, como las interpretaciones del gran Cab Calloway, que actúa como artista invitado, aunque resultan más interesantes por sus famosos trajes enormes que por los temas. En cuanto a Lena Horne, puede interesar a sus seguidores. A pesar de que dispone para su lucimiento de dos grandes clásicos, I Can't Give You Anything But Love y Stormy Weather, hoy resulta imposible no escoger otras versiones. La otra estrella invitada, Fats Waller, interpreta sin embargo una pieza excepcional, Ain't Misbehavin, uno de los grandes momentos de la película, rodado con estupenda fotografía.

Un segundo número a resaltar es Jumpin Jive. Arranca con un tema de Calloway y continúa con un tap de los prodigiosos The Nicholas Brothers, famosas estrellas del Cotton Club y del denominado Renacimiento de Harlem. Su presencia en la película también podría entenderse como un tributo personal a Bill Robinson. La rutina es extraordinaria, no se puede imaginar mayor exigencia en rapidez de pies o en flexibilidad y potencia de piernas. Si bien, produciendo asombro, resultan por momentos demasiado acrobáticos a costa de perder elegancia y ensueño. Para muchos aficionados, se trata de una de las mejoras rutinas de dúo de toda la historia del género.

Un tercer número a resaltar sería la danza de arena ejecutada por Robinson, muy breve, pero siempre interesante.

El resto de la obra está conformado por números con coreografías ineficaces cuando no ridículas; como el baile de Katherine Dunham acompañando Stormy Weather, con ventiladores gigantes que hoy causan risa por la violencia con que agitan los trajes.