Maravilloso musical en el que no sólo se resuelven brillantemente las habituales encrucijadas del cine musical, sino que además supone un nuevo avance en el desarrollo del género.

El reparto, preciso e inspirado. Hayworth, soberbia y hermosa, aporta por encima de su interpretación y su baile una vitalidad exuberante, imposible de aprender en academias de danza; una alegría inocente que bulle como si fuera una niña y la empuja a bailar como si el rodaje no fuera un trabajo sino un premio. En su papel se muestra incluso más radiante que con Astaire en You'll Never Get Rich (Lanfield, 1941) y You Were Never Lovelier (Seiter, 1942). Kelly también realiza un magnífico trabajo y con esta película logrará alcanzar el status de estrella. Cuando al año siguiente interprete junto a Astaire el número The Babbit and the Bromide en Zigfield Follies (Minnelli, 1945), Astaire bromeará con él diciendo que no le conoce y Kelly le preguntará entonces si es que no le ha visto en Cover Girl. Como acompañante de la pareja y amigo-para-todo, Phil Silver también realiza una gran interpretación.

Todo funciona bien en la película. Un guion sencillo y efectivo, unos buenos secundarios, una efectiva y clara fotografía con un color, de tonos pardos, singular: es el primer musical en Technicolor de la Columbia y todavía faltaban algunos años para establecerse el cromatismo característico del cine musical.

Desde un punto de vista musical resulta difícil elegir el mejor número, lo que dice mucho de lo integrada que está toda la obra y lo balanceado que resulta el conjunto, gracias fundamentalmente a las innovadoras coreografías de Kelly y Donen, que sacan el baile de los estudios y de los escenarios teatrales y desarrollan aquí toda la esencia concentrada en la rutina Let Me Call You Sweetheart (Thousands Cheers, Sidney, 1943), fundiendo con la danza cualquier elemento que encuentran a su paso, ya sea un almacén, lleno de cajas y remos, o en la calle, sus escaleras, papeleras y personajes de la fauna nocturna, tal como se aprecia en el genial Make Way For Tomorrow, un número que además aportaba al público lo que más necesitaba: optimismo y camaradería.

Otros números importantes son Put Me to the Test, de amplios movimientos, entradas y salidas teatrales y un magistral golpe que verbaliza el paso del ensueño a la realidad sustituyendo el deseo representado en un maniquí por una mujer de carne y hueso.

Asimismo, la maravillosa y oscarizada canción Long Ago (and Far Away). Sí, es cierto que Martha Mears dobla a Hayworth, pero ella está magnífica y su versión resulta, hasta Chet Baker, inmejorable.

El número cómico Poor John, planteado como número de musical clásico y recreando vestuarios y coreografías de 1900.

Por último, la Alter-Ego Dance. El solo de Kelly. Una rutina rompedora en la que baila consigo mismo, con su otro Yo, personificado en su reflejo en la luna de un escaparate. Puro cine musical. Y provoca sudores pensar el esfuerzo necesario, con tecnología de hace 70 años, para encajar los fotogramas y la infinidad de tomas para sincronizar la secuencia.

Tras el éxito obtenido, los directivos de la Columbia comenzaron a trabajar para que la pareja Kelly-Hayworth pudiera convertirse en la sucesora de Astaire-Rogers. Compraron los derechos de Pal Joey, la obra de Broadway que había dado fama a Kelly, para rodarla a continuación, pero Kelly estaba en la Columbia sólo en calidad de cedido y, cuando la MGM lo reclamó, todo el proyecto se vino abajo. La Columbia retomaría el proyecto de Pal Joey (Sidney, 1957) años más tarde, con Hayworth y Sinatra como protagonistas.