Película más interesante para sociólogos y cinéfilos que para amantes del musical. Toda la obra no es más un largo anuncio, bien producido, publicitando el corpus ideológico de la patria estadounidense. De un sólo golpe, como un sastrecillo valiente, la película vende religión, patria, familia, Hollywood, la alianza contra el eje del mal, de nuevo Hollywood, el buen rollo yankee y, otra vez, Hollywood.

Hollywood Canteen sigue el modelo de las películas constellation de la década de 1930, en esta ocasión para mostrar su apoyo sin fisuras a la patria. Por delante de la cámara desfila la nómina íntegra de estrellas de la Warner: Barbara Stanwyck, Bette Davies, Jane Wyman, Eddie Cantor, Ida Lupino, Joan Crawford… Incluso pasan por allí, para echarse un bailecito, Rosario y Antonio, en el papel de gypsy dancers. Entre las decenas y decenas de cameos y apariciones la que despierta más complicidad es la de la inquietante pareja formada por Peter Lorre y Sydney Greenstreet, dúo con larga sombra en los thriller y películas bélicas de la época, como The Maltese Falcon (Huston, 1941), Casablanca (Curtiz, 1942), Background to Danger (Walsh, 1943) o The Conspirators (Negulesco, 1944), que remedan aquí sus papeles ambiguos y veladamente amenazadores.

El planteamiento es una combinación de géneros, como Thousand Cheer (Sidney, 1943), si bien en esta ocasión con un resultado final global más logrado. La película consiste en el propio making-of de la película pero la cámara se desplaza de forma más armónica, sugerente, y cuenta además con una sólida fotografía, acreditada a Bert Glennon. Su principal problema es la ausencia de un mínimo hilo narrativo, aunque sea caótico –algo necesario para una película o para un fin de semana en Zamora con tu pareja–, pues al no existir ningún avance, se pierde el sentido de qué se está haciendo viéndolo y se vuelve aburrido, eterno, agravado además por la fundada sospecha de que no hay posible final y aquello se terminará por las bravas en cualquier momento. El tono general de la película se aprecia en sus números, como el Getting Corns For My Country de las Andrews Sisters.